miércoles, 16 de diciembre de 2015

MISSING GUSTAVO



Por @sershus

El mayor de todos los dolores de la vida es extrañar. Sin esa sensación no nos pondría tristes ni la muerte de quien más amamos.

Extraño amigos, familiares que están y no están. Extrañé novias incluso que nunca lo fueron. Pero solo una vez en la vida me pasó de extrañar a alguien que jamás conocí en persona, que jamás crucé palabra, que ni siquiera conocí su voz no cantada.

Es difícil de explicar pero fácil de comprender porque seguramente a todos les haya pasado lo mismo alguna vez. 

No entiendo bien por qué. Ni siquiera se trata de fanatismos, que con la música y el fútbol son bien habidos. No es que extraño nuestras charlas que no existían, los picadítos que nunca jugábamos, las vacaciones que no viajamos. Puede ser un disco nuevo tal vez o algún recital de esos que sucedían cada tanto. Pero no lo es. 

Es algo más. No logro distinguirlo. En el fondo hay una sensación de impotencia de lo irremediable, de injusticia porque siempre nos parecerá injusto que se muera a quien deseamos vida eterna. También esa cosa de pena porque los talentos infinitos se dan una vez en la historia y muy cada tanto.

Pero no logro distinguir qué es. Y me pasa casi a diario en algún momento del día. No es que me ponga infeliz o que me impida escuchar su música o que no pueda seguir disfrutándola. Es una sensación de extrañar a una persona que jamás conocí en persona y que no puedo explicar. 

Y eso hace que lo vea cada vez más único y más grande.

Hoy también lo extraño.





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